Lectura del día

Novena a la Virgen de Guadalupe

Novena a la Virgen de Guadalupe

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

℣. Señor, abrirás mis labios.
℟. Y mi boca anunciará tu alabanza
℣. Dios mío, entiende en mi ayuda.
℟. Apresúrate, Señor, en socorrerme.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN DE LA NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE

¡Oh Señor y Dios mío!, que has hecho notoria tu salud, haciendo que por todo el universo se dé a conocer la Redención y se predique la santa Fe en la cual nosotros tuvimos la dicha de nacer, y que has revelado en presencia de todas las naciones, y delante de los ciegos gentiles la gloria del Redentor.

Mira, Señor, cuán ingratos hemos sido a este grande beneficio que a nosotros por medio de la Virgen María nos concediste, cuando se dignó bajar a nuestro suelo a apresurar la conversión de estos pueblos infieles, ablandando sus corazones y docilitándolos para que recibiesen la luz de la Fe, con los inmensos bienes que a las almas comunica.

Yo te ruego, Señor, que perdonando mi desagradecimiento y todos mis pecados, hagas también notoria para mí tu salud, convirtiéndome de veras a tu amor y servicio, y la hagas notoria en mí a los otros, para que ayude con mis buenos ejemplos a que mi Salvador sea de todos amado y conocido; te pido que reveles la gloria del Redentor con la conversión de los pecadores delante de las almas mundanas que, abandonando las prácticas piadosas y apartadas de los sacramentos, parecen verdaderos gentiles, sepultados en las sombras de la muerte y del pecado.

Haz nacer, Señor, para ellos y para mí, que te lo ruego, la luz indeficiente, que recorriendo el profundo abismo de mi corazón, y posándose sobre las olas agitadas del mar de mis pasiones, en mí habite, y en mí radique para pertenecer de este modo a los escogidos que son heredad tuya. Así sea.

Récese cuatro Salves en memoria de las cuatro apariciones.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE
¡Virgen de Guadalupe, amada Madre mía! ¡Qué dulce es para un hijo el poder cantar con toda confianza la gloria y la hermosura de su Madre! ¡Cuánto se goza al poder aplicarte con la Iglesia las grandiosas palabras que de la Sabiduría eterna están escritas!

Sí, Señora y Reina de lo criado: desde el nacimiento del sol hasta el ocaso, tu nombre, así como el de tu Unigénito, es grande en las naciones. El suyo es infinitamente grande, como que es nuestro Dios, nuestro Padre y Redentor, cuyo nombre es sobre todo nombre; mas el tuyo es inmensamente grande, pues eres su verdadera Madre, como a Juan Diego le dijiste, y eres la Reina del mundo, y el encanto de la tierra y la alegría de los cielos.

Tú habitabas con Jesús tu Hijo en las más encumbradas alturas, y tu trono estaba colocado sobre una columna de luciente nube, cuando te dignaste ser encontrada por los que no te buscaban, porque apenas te conocían, y no habían experimentado la dulzura de tu bondad, ni la ternura maternal de tu amor, ni la grandeza de tu misericordia.

Aún no te interrogaban como hijos a su madre, que les enseñe y les instruya; aún no se dirigían a la Madre de la luz y del conocimiento, preguntándole por el camino que habían de seguir, y por las verdades y máximas que debían practicar, y ya tuviste la dignación de aparecerles en persona de uno de sus hijos, y aparecerles, no en enigma ni escondida, sino llena de luz, y a las claras, dejando ver tu virginal semblante, y respirar tu celestial aroma, y escuchar tu dulce y arrebatadora voz.

Sí, Madre mía, allí te vio el amado Juan, tan graciosa como la paloma que sube de los ríos de las aguas, cuyo olor inestimable impregnaba sus vestiduras. Allí te vio la última vez, cuando a manera de días primaverales, las flores de los rosales y los lirios de los valles te cercaban, pues tu planta los había hecho brotar de repente en el monte desierto.

Y si a los hombres que aún no te interrogaban, tan dulce y tan hermosa apareciste, también con tu presencia en nuestro suelo respondes a los Ángeles que tres veces admirados preguntan: «¿Quién es esta que va subiendo como la aurora al despuntar?»…¡Eres tú, oh hija de Sion, toda hermosa y toda suave; como la luna, hermosa; como el sol, escogida!

«¿Quién es esta que cual varilla de humo aromático de mirra y de incienso, va subiendo por el monte desierto?». ¡Es la hermosísima paloma, la amiga y esposa del Dios eterno!

«¿Quién es esta que como el sol se adelanta, y viene con la belleza de la Jerusalén celeste, de dónde ha salido para visitar a los hombres?». ¡Es la que vieron las hijas de Sion y feliz la llamaron las almas de nobleza real, y la colmaron de alabanzas! ¡

Oh Reina y Madre mía! Hoy todos los términos de esta tierra, han visto la salud de nuestro Dios; todos los confines de nuestra República han resonado con tus glorias, tus hijos han entonado tus alabanzas, te han agradecido en el alma tus finezas; en peregrinaciones han entrado a tu tabernáculo, y han adorado al Señor en el lugar donde tus plantas se posaron. Y yo también con todos tus hijos te visito, Madre mía; yo te alabo, yo proclamo tus glorias, yo agradezco con todo mi corazón tus favores, y te pido me concedas el mayor de todos ellos, que es el ir a conocerte y a amarte, y a alabarte, y contigo a gozar de Dios en los cielos.
Amén.

Antífona: Tabernáculo de Dios es María, colocado en medio de su Ciudad, y no será conmovido.
Ave María...
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.

Antífona: Tú has salido para la salud de tu pueblo; para su salud has salido con Jesucristo tu Hijo.
Ave María...
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.

Antífona: Gloriosas cosas de ti han sido dichas, oh Ciudad de Dios: el Señor te ha fundado sobre las santas montañas.
Ave María...
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.

Antífona: Una gran señal apareció en el cielo: era una mujer cubierta por el sol, y la luna debajo de sus pies.
Ave María...
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.

Antífona: El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una gran luz; para los que habitaban en la región de la sombra de la muerte, la luz les ha nacido.
Ave María...
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.

℣. Madre mía, a ti de lejos vendrán tus hijos.
℟. Y de tu lado se alzarán tus hijas.


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GOZOS

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Cuando me acuerdo, ¡oh Madre!
De tu visita,
Y que al suelo bajaste
Por darme vida,
De gratitud mi pecho
Luego se colma,
Pues serme, prometiste,
Madre amorosa.

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Al dichoso Juan Diego
Le tengo envidia,
Pues como él no te escucho
Madre querida;
Pero miro tu imagen;
Y al contemplarla,
¡Es tan dulce y tan bella
Que arroba mi alma!

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Tus ojos de paloma
A mí inclinados,
Me anuncian el remedio
De mis trabajos:
Pues misericordiosos
Son con tus hijos,
Ellos a Dios, airado,
Me harán propicio.

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Mil veces en mis tristes
Y amargas penas,
En nadie hallo consuelo;
Tú me consuelas.
Sólo el verte me alivia,
Y vengo a verte,
Y salgo consolado
Siempre, sí, ¡siempre!

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

¡No sé qué hallo en tu imagen
Que me regala!
Fijo en ella mis ojos
Y veo tu cara,
Y hallo dulcedumbre
Que guardo dentro,
Y deseo aún más el verte
Y a verte vuelvo.

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Juntas tus lindas manos
Orando al cielo,
Contigo a orar me invitan
Con tierno ruego;
Y tus plantas, posadas
Sobre el querube,
Me guían al cielo, ¡oh Virgen
De Guadalupe!

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

El sol, para vestirte,
Sus rayos manda.
Y la luna te sirve
De humilde peana,
Y el querubín alado,
Tu manto coge,
Y a tus plantas disfruta
De inmenso goce.

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Las estrellas que ocupan
El vasto espacio,
Cual otro cielo adornan
Tu regio manto;
Haz que así tus virtudes
¡Oh dulce Reina!
Iluminen de mi alma
Las tres potencias.

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

Virgen de Guadalupe,
Reina y Señora,
Recibe de mi canto
La última estrofa;
¡Adiós, mi amada madre,
Dueña de mi alma,
Mi corazón te dejo,
Tenlo a tus plantas!

Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!

ORACIÓN
Oh Dios, que habiéndonos colocado bajo el patrocinio singular de la beatísima Virgen María, nos has querido colmar de continuos beneficios, concede a los que humildemente te suplicamos, que los que hoy nos regocijamos en la tierra con su memoria, algún día nos gocemos con su presencia allá en los cielos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Dulce Madre, no te alejes, tu vista de nosotros no apartes. Ven con nosotros a todas partes y nunca solos nos dejes. Ya que nos proteges tanto como verdadera Madre, Haz que nos bendiga

El Padre, el Hijo ✠, y el Espíritu Santo.
Amén.