Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dulce Jesús de mi vida, prenda de mi corazón, a tus pies yo me arrodillo y te pido perdón, te pido de penitencia me des la absolución, por si este día, esta noche, me muero; me sirva de confesión.
Que el padre me dé su gracia, y el hijo su bendición, que la Santísima Virgen María me conforte, por si a la hora de mi muerte no puedo pedir perdón, ahora te lo pido con un acto de contrición:
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.
OFRECIMIENTO PARA TODOS LOS DÍAS
Reina y Madre del Rosario de Chiquinquirá, bella flor de nuestra tierra, renovada en destellos de luz y de hermosura, luces radiantes en tu imagen soberana los colores del patrio pabellón. Eres tú nuestra gloria y el orgullo de nuestra raza, Madre de Dios y Madre nuestra. En rústico lienzo tu rostro se ilumina y renuevas tu imagen en celestial fulgor, dando a tus hijos la graciosa prenda de la luz inmortal de tu Hijo Salvador.
Ciñe tus sienes la real diadema que corona tu hermosura y tu maternal bondad, símbolo fiel de nuestro entrañable afecto y de tus hijos el filial amor. A ti te cantan celestiales voces que te aclaman por Reina de la paz y el pueblo entero jubiloso te presenta el don de su fervor. En los difíciles tiempos de dolor y angustia tú, que eres Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; extiendes tu cetro soberano y cubres gloriosa con tu egregio manto a todos los que sufren la tribulación.
Hermosas flores mezcladas con tierra colombiana dieron a tu precioso lienzo celestial color; brote la tierra perfumadas flores que rindan culto a tu sagrada imagen, madre llena de gracia y de virtud. Tu divina presencia renovada, Reina y Madre, bendiga nuestra amada tierra y renueve a tus hijos en la luz de la verdad.
Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, inagotable fuente de gracia y de ternura; recibe complacida Madre y Señora, la humilde romería de nuestro inquieto corazón que llega peregrino a tu Santuario, casa del consuelo y la alegría, donde tú, Oh Madre clemente y pía, escuchas nuestros clamores.
Amén.
Lema: San José, padre del nacimiento del amor (Genealogía de Jesús. Mt 1,1−17)
Signo celebrativo: Apóstol San Andrés
El Apóstol San Andrés, discípulo de Juan el Bautista y hermano de Simón Pedro a quien le dice: Hemos encontrado al Mesías. Andrés es el primer discípulo que sigue a Jesús habla de él. Este Apóstol se encuentra en el lienzo milagroso en atención al religioso que estaba en cargado de mandar pintar el cuadro. Fray Andrés de Jadraque fue a Tunja donde residía Alonso de Narváez y le hizo el encargo de pintar la obra. Fray Andrés de Jadraque fue el intermediario de Antonio de Santana para llevar a cabo esta petición.
Oración:Señor mío Jesucristo, Padre de infinita misericordia y Dios de todo consuelo, que haces grandes maravillas en el Cielo y en la tierra, y entre ellas el haberme hecho a tu imagen y semejanza y capaz de tu gloria y felicidad. Confieso, Señor, que haces un beneficio tan grande, que no hay palabras para poderlo ponderar dignamente, ni caudal alguno en todo lo creado para poderlo retornar. Por el ser que me diste no debiera haber instante de tiempo que no lo emplease en servirte, amarte y agradarte con todas las fuerzas de mi alma; no debiéramos tener pensamiento, ni articular palabra, ni hacer la más leve cosa, que no fuese ordenada a tu mayor honra y gloria. Pero, ¿cómo me he portado? Ingrato y desconocido a tus favores, tantas veces borro de mi alma tu imagen y semejanza, cuántas veces atrevidamente te ofendí y me olvidé que eras mi Creador, mi eterno Bienhechor. ¡Ay, Dios mío, dulzura de mi alma y centro de mi corazón! ¿Qué haré? ¿A dónde iré? ¿Quién renovará en mí la imagen de mi Creador? ¡Oh! Si oyera la voz de mi Amado en aquellas dulcísimas palabras: ¡Se renovará tu juventud como la del águila!
Cuánta es, Señor, la tristeza de mi corazón cuando escucho los baldones con que unas voces secretas me dan en rostro y me dicen: ¿Dónde está tu Dios?
Esto me hace confesarte, Señor, mi pecado y derramar lágrimas de dolor, diciéndote desde lo más profundo de mi alma: pequé, Jesús de mi vida, pequé, amantísimo Esposo, me pesa de haber pecado. Más, aunque es grande mi aflicción y mi dolor, no es menor la confianza que tengo en ti, que me has de perdonar. A esto me anima, Dios mío, el saber que eres un verdadero Padre, que deseas reparar la imagen que se había afeado con el pecado. Me anima el considerar los beneficios que me has hecho, en especial el haberme dado por madre a la que sola entre las criaturas fue digna de llevarte nueve meses en su vientre virginal, cuando ni los cielos ni los más elevados Serafines son capaces de contenerte.
Señor, tú no quieres que me olvide de esta bondad; y para que siempre viva en mi reconocimiento, dispusiste que se erigiese en María santísima un altar de perpetuo monumento y que esta misma Señora renovara su imagen en Chiquinquirá. Quieres hacer a tu Madre Santísima el honor de renovar también en mí, por su medio, lo que yo arruiné por mi culpa. Señor, yo te suplico por el amor que le tienes, que mires con piedad la aflicción de mi corazón y me concedas el perdón de todos mis pecados. Tú mandaste y esta ha sido siempre tu voluntad, que honremos a nuestros padres, y para tu ejemplo, hiciste lo que mandaste. Asegurado, pues, de tu misericordia, me atrevo a suplicarte que honres la memoria de tu Madre amantísima, y que me concedas por sus méritos lo que por mis culpas no merezco. Y, pues gustas que la saludemos con las divinas rosas de su Rosario, yo, para tenerla propicia a mi consuelo, le ofrezco las mismas que fueron el principio de su mayor dignidad y de nuestra eterna felicidad.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema: Servidores por una nueva paz (Los padres de Jesús y el sueño de José. Mt 1,18−24)
Signo celebrativo:La Corona
La Corona Fue la que se ofreció el 9 de julio de 1919 a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá como Reina y Patrona de Colombia. La Pascua de Resurrección de 1910 fue doblemente grata porque se entrega el Decreto de Coronación para Nuestra Reina y Madre. Desde 1908 se había hecho la petición a la Asamblea Episcopal para pedir a Roma poder coronar, a la altura, a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y el niño que tiene en sus brazos.
Oración:Amorosa Reina de los Cielos, María Santísima del Rosario, la más feliz, la más bendita entre todas las criaturas, que habiendo sido concebida entre los resplandores de la gracia, jamás perdiste la inocencia ni aún con la culpa más ligera, y por eso merecisteis escuchar de la boca del ángel, que habías de concebir en tu purísimo vientre el resplandor de la gloria del Padre Eterno y figura de su substancia, el Verbo Divino hecho hombre de tu sangre virginal, para que diese a los hombres la ciencia de la luz en los rayos de su divina doctrina.
¡Oh dignidad infinita que excede a toda nuestra comprensión! ¡Oh Madre bendita que iluminas nuestras almas para que veneremos y amenos tu altísima dignidad! A este fin, gloriosísima Señora, en tu imagen de Chiquinquirá, que veneramos, diste a ver el resplandor de tu gloria, en tu admirable renovación a una devota sierva tuya, por medio de un inocente niño, que le avisaba que mirase los rayos y esplendores que esparcía tu imagen en el acostumbrado lugar de su oración. Continúa, dulcísima Madre de piedad, tus maravillas, y pues comenzaste a renovar en nuestros corazones, la imagen de tu Hijo preciosísimo, moviéndonos a confesar nuestras culpas, alcánzanos también la gracia de que santifique nuestras almas, haciéndonos aborrecer nuestros pecados y ayudándonos para la enmienda. Pues eres seguro refugio de afligidos y desconsolados, atiende benignamente a la petición que te hacemos en esta novena, haciéndonos ver que no fue sin fruto el haber implorado tu patrocinio. Así esperamos conseguirlo a mayor gloria de Dios, por la intercesión de tus gloriosos siervos san Andrés Apóstol y san Antonio de Padua. Mas, si no conviniere para nuestra salvación, danos el fruto de la paciencia y la conformidad con la voluntad divina, para merecer la eterna felicidad de la gloria.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema:Con María nos nace la salvación (¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Lc 1, 39−45)
Signo celebrativo:San Antonio de Padua
San Antonio, quien nos presenta en sus manos la palabra hecha carne revelada en el libro de los Evangelios: “…porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. San Antonio es modelo de Santidad y símbolo de la llamada a la santidad del pueblo de Dios. En este cuadro se encuentra la figura de San Antonio en el lugar principal por ser el Santo de devoción del Encomendero Antonio de Santana quien había mandado pintar el cuadro entre 1560 y 1562.
Oración:Purísima y suavísima Virgen María del Rosario, Madre de Dios, cuya pureza y virginidad tan cordialmente amada de tu castísimo corazón, y tan preferida a todas las cosas que hay después de Dios, se conoce vienen de aquel divino coloquio que tuviste con el ángel que vino de parte de Dios, a participarte los designios que meditaba el Altísimo en tu persona, y cómo determinaba concebirse en tu virginal regazo, aquel que en toda la eternidad es concebido en el seno del Eterno Padre. ¡Cuánta fue entonces tu turbación! No entiendo, decías, cómo puede ser esto, ni cómo haya de tener su debido cumplimiento; porque has de saber que yo tengo ofrecido a mi Dios el candor de mi virginal pureza; y a lo que entiendo, al Señor le agradó aceptar la oblación de su humilde esclava. ¡Qué razones éstas tan puras y tan llenas de efectos celestiales! Obraste, Señora, con gran prudencia en asegurarte de que no padecería detrimento tu entereza virginal y que antes alcanzarías la mayor perfección que pueda imaginarse. ¡Quién imitara, oh Virgen, tu pureza! ¡Quién mereciera que inclinaras los oídos de tu piedad, para que hicieses descender sobre nosotros un destello de tu eminente santidad, que limpiara nuestros corazones de todo efecto sensual! Así, te suplicamos, Virgen de del Rosario de Chiquinquirá, Señora bendita, concédenos por tus gloriosos siervos san Andrés y san Antonio soldar las roturas que abrió en nuestras almas el pecado, que rompiéndose de dolor nuestros corazones seamos perfecta imagen de tu Hijo y que nos alcances el favor que en esta novena pedimos a mayor honra y gloria de Dios.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema:Protectores del nacimiento de la vida (“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo” Lc 1, 26−38)
Signo celebrativo:El Cetro
El Cetro es un bastón de mando. Es signo de autoridad, guía, pastoreo, o expresión de noble señorío. El cetro que lleva la imagen le fue ofrecido el 9 de julio de 1933 al cumplirse los 25 años de su coronación.
Oración:Excelentísima Princesa de los Cielos, María Santísima del Rosario, Cuya preeminencia y singulares prerrogativas suben más alto de lo que alcanzan nuestros elogios; porque era así verdaderamente que habías parecido muy hermosa y agraciada a los ojos del Señor, que te creó. Pues, qué cosa puede decirse más grande en tu alabanza, ni más digna de repetirse en todos los siglos que aquellas voces con que te saludó el ángel, diciendo: “¡Dios te salve María, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres!”. Con estas palabras se alegran nuestras almas, y si en toda hora las pronuncian nuestros labios, a todas horas agradan y aparecen nuevas, sin que el tiempo pueda corromper su dulzura celestial. ¡Oh dulcísima Reina y Señora, esta propiedad de tu eminente virtud y santidad! ¿Quién no admira el prodigio raro que obráis en tu imagen de Chiquinquirá? Pues pintada en un lienzo de algodón, fácil de podrirse, y habiendo estado expuesta a tantos ultrajes y a las lluvias, antes de ser renovada, permanece sin lesión alguna en el tiempo de más de cuatro siglos. Más, ¿qué hay de admirar si el Señor te ha puesto aquí para que seas el consuelo general en todos los siglos? Haz, pues, Señora, que los auxilios que nos alcanza tu maternal piedad de la benignidad de tu Hijo Santísimo, sean tan eficaces y permanentes, que finalmente penetren la dureza de nuestros corazones. Haciendo que siempre viva en ellos el dolor de haber pecado junto con el propósito de la enmienda, y que seamos dignos de recibir el cuerpo Sacrosanto de tu Hijo Santísimo con una disposición tan fervorosa, que jamás se aparte de nuestras almas. Haz, últimamente, Soberana Madre de piedad, que nuestras súplicas y oraciones tengan el favorable despacho que esperamos alcanzar por intercesión de tus gloriosos siervos san Andrés y san Antonio, para que en su compañía te alabemos en la gloria.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema:Expectantes al nacimiento de la Palabra (“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Lc 1, 39−45)
Signo celebrativo:El Santo Rosario
El Rosario, como parte de la tradición espiritual y evangelizadora de la Iglesia, es una oración centrada en Jesús. Donde hay fe verdadera no puede faltar la devoción a la Reina de los Cielos ni la práctica del Santísimo Rosario. Antonio de Santana, es quien manda hacer en los Aposentos de Sutamarchán una capilla dedicada a la Virgen bajo la advocación del Rosario.
Oración:Amabilísima Madre y abogada de los hombres, María Santísima del Rosario, a quien para explicar la obra del Espíritu Santo en el misterio de la Encarnación, dijo el ángel, que ésta no era obra que fiase Dios al ministerio de los hombres por más excelente que fuese; que debía correr por cuenta del Espíritu Santo, que descendería sobre tu persona; y que su mano poderosa te haría sombra y formaría en tu purísimo vientre el cuerpo del Niño, que de él había de nacer; y que de este modo, serías para siempre Virgen-Madre, intacta y sin mancha alguna, porque Él debía nacer como nace el sol de la resplandeciente aurora; cuyos rayos, pasando por el limpio y terso cristal, lejos de ofender su esplendor, lo hacen más hermoso. A este modo, divina Madre, quiso el Altísimo que sucediese la admirable renovación de tu imagen de Chiquinquirá, cuya prodigiosa pintura no se fio de los pinceles humanos, por más insignes que fuesen, sino que debió correr a esmeros del Espíritu Divino, que te delineó tan hermosa y excelente que hasta ahora no ha habido pintor alguno que pueda hacer una copia de ella, que sea semejanza perfecta de su original, por más que lo hayan intentado. ¿De qué manera podremos Señora, ser agradecidos a estas finezas de tu amor? ¿Pero qué digo, agradecidos? ¿Cómo hemos usado de este maternal cariño?, por todas partes nos rodean los recuerdos que nos das, poniendo por delante de nuestros ojos tu imagen. Con los trabajos nos despiertas, con los halagos nos animas, en las enfermedades nos humillas, en la salud y prosperidad nos exaltas y por todos los medios nos buscas. Obras, Señora, como quien eres, y quieres delinear tu imagen en las tablas de nuestros corazones; pero nosotros siempre rebeldes a tu voz, si nos hemos endurecido con los castigos, no nos hemos ablandado con los cariños; ingratos para lo uno y rebeldes para lo otro. Así son los hijos que tienes; pero, tú eres madre, y madre muy amorosa, que no tomas el azote para castigar, y siempre eres nuestra defensa. Reciba, pues, nuestros ruegos. Él, que naciendo por nosotros se dignó ser y llamarse hijo tuyo. Ruega por nuestra patria Colombia, por la paz y la tranquilidad de sus moradores; ruega por los cultivos y navegantes; ruega por todos los pecadores. Sintamos los benignos efectos de tu patrocinio, todos los que imploramos y celebramos a la Imagen de Chiquinquirá, que renovados en el espíritu de claridad y en la dignidad de hijos de Dios, enmendemos nuestros yerros, y demos a Dios la debida satisfacción por nuestros pecados, así como lo prometemos. Alcánzanos, finalmente, la gracia que pedimos, por la intercesión de tus gloriosos siervos san Andrés y san Antonio, si ha de ser para gloria de Dios.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema:Un pueblo que glorifica el nacimiento de Jesús (“El poderoso ha hecho obras grandes en mí” Lc 1, 46−56)
Signo celebrativo:El jilguero
El jilguero es conocido por alimentarse de semillas de cardos y espinas, que en la imaginería cristiana casi siempre hacen referencia a la corona de espinas de Jesús. Por este motivo, el niño Jesús es representado a veces en el arte sosteniendo un jilguero, presagiando su pasión y su muerte en la cruz. Según la tradición, este pequeño pájaro intentó con su pico arrancar los clavos y las espinas de la corona, por lo que su rostro quedó manchado de sangre. En el lienzo renovad, aunque casi invisible, esta pequeña ave se encuentra posada en la mano del niño Jesús recordando esta relación prodigiosa.
Oración:Misericordiosa Reina de los Cielos, María Santísima del Rosario, que entre las promesas que el ángel te hizo para que se efectuase el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, fue el asegurarte que el hijo que de tus entrañas nacería, había de ocupar la silla, el cetro y la corona de David, tu padre, gobernando la Casa de Jacob, no por un tiempo limitado como otro reyes terrenos, sino por toda la eternidad, por cuya divina promesa, tú, Señora, eres la Reina Misericordiosa, heredera legítima del reino eterno de tu Hijo, cuyo imperio abraza todo aquello que a la Santísima Trinidad adora; eres el Trono del verdadero de tu Hijo, tienes el gobierno de todas las criaturas y en todo tiempo eres Refugio de los pecadores y jamás te cansas de socorrer a los afligidos.
¿Quién hay que no lo vea en tu milagrosa Imagen de Chiquinquirá? Este es el prodigio que con razón admiramos en nuestra milagrosa renovación personal, continuando los milagros que haces por amor a tus devotos. No ha sido nuestra renovación de aquellas que tan pronto como se han levantado, han caído y desparecido con vanas luces, pues en más de cuatrocientos años todavía permanece y se aumenta el fervor y devoción de los cristianos, correspondiendo siempre a sus deseos los efectos saludables de sus humildes plegarias, y cuando no se oponen a la divina voluntad, y para más asegurarnos de tu protección, quisiste que del mismo modo estuviesen a tu lado los gloriosos siervos san Andrés y san Antonio, como escuderos y gentiles hombres cerca de nuestra persona que tienen por oficio representar a los oídos de tu piedad, nuestras humildes peticiones. Reina y Señora nuestra, no desampares el reino de la misericordia que se te ha recomendado; atienda a todas las necesidades que oprimen nuestras almas y nuestros cuerpos; conserva entre tus humildes siervos, la verdadera religión para con Dios; la paz, para con los prójimos y con una verdadera y exacta sujeción de nuestras pasiones. Alcánzanos, pues, las gracias que te pedimos por la mediación de tus gloriosos siervos san Andrés y san Antonio, si han de ser para mayor honra y gloria de Dios y bien de nuestras almas.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema: Familias que nacen a la santidad (“Se va a llamar Juan” Lc 1, 57−66)
Signo celebrativo:La Media Luna
La Media luna, a los pies de María Virgen: una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida de sol, la luna bajo los pies, y en la cabeza una corona de doce estrellas (Ap.12, 1). ¿Quién es esta que se asoma como el alba, hermosa como la luna? (Cant. 6,10). Es María – como la luna- proyecta la luz del sol cuando se nos oculta el horizonte y nos ilumina suavemente los senderos de nuestro caminar hacia Dios, en la noche de la prueba.
La Media Luna a los pies de la imagen de Nuestra Señora del Rosario fue ofrecida el 9 de julio de 1969 al conmemorarse los cincuenta años de su coronación
Oración:Serenísima Reina del Cielo, Madre de pecadores, María Santísima del Rosario, que resignada del todo a la voluntad divina, después de estar satisfecha de tus reparos, expresaste tu consentimiento al embajador del Cielo, cuando dijiste: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”
¡Oh palabra la más digna y misericordiosa de cuantas se han pronunciado! ¿Sabes Señora, a cuánto te has obligado en fuerza de esta palabra? Has hecho ya y firmado una palabra de obligación de defender a los pecadores: ¡Oh! ¡cuánto tienes que sufrir por estos hijos que adoptaste!
Pecamos todos los días y ofendemos al Unigénito de tus entrañas; y así preciso será que todos los días, te presentes ante el tribunal divino para detener las saetas de su justicia, y pedimos para nosotros no sólo el perdón de los pecados, sino también muchas mercedes y beneficios.
No te canses, Madre amantísima, de cumplir con este oficio que te encargó el Salvador, en la cruz, diciéndote que mirases como madre a los pecadores en la persona de Juan.
Y, pues quisiste que en prenda de tu amor tuviésemos la gloria de tu bendita Imagen de Chiquinquirá, tenemos bien fundadas esperanzas de que has puesto en nosotros esos tus ojos misericordiosos, y que siempre que rendidos, te rogamos, avivas nuestra esperanza señalándonos esa nuestra imagen y diciéndonos; “Ves aquí la escava del Señor, hágase en mí según nuestra palabra; vengan a mí, todos los que están enfermos, oprimidos y atribulados, que yo les daré salud, vida y consuelo”.
Con razón dijo que un devoto tuyo, hablado de esta imagen, que apenas se halla en todo el orbe cristiana, otra imagen tuya, que te haya mostrado tan milagrosa. Aquí, pues, derramamos nuestros humildes ruegos, y acordándonos que no sólo eres Madre de los vivientes sino también en los que gimen sin consuelo en el purgatorio, te rogamos que también a ellos extiendas el manto de tu piedad, solicitándoles el remedio de sus penas. Alcáncenos también el favor que deseamos conseguir en esta novena, por la intercesión de tus gloriosos siervos san Andrés y san Antonio, a mayor honra y gloria de Dios.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema: Hoy ha nacido la salvación en nuestra casa (“Nos visitará el sol que nace de lo alto” Lc 1, 67−79)
Signo celebrativo:La Virgen María: La Rosa del Cielo
La Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá es la prueba más maravillosa de Dios dándonos en Chiquinquirá un signo de su presencia en la Renovación de esta imagen. Desde el 26 de diciembre de 1586 el pueblo colombiano, especialmente, conserva de manera muy especial esta devoción a la Santísima Virgen María, que hoy tiene como Reina y Patrona.
Antes de su maravillosa Renovación el cuadro fue venerado en una pequeña capilla en Sutamarchán y luego encontrado por María Ramos en un deterioro tal que en la época era considerado como despreciable y cuando lo miraba se entristecía de no ver un rasgo siquiera de la imagen que había sido pintada. Sus oraciones frecuentes ante la Madre de Dios se manifestaban de una manera muy sencilla: ¿Hasta cuándo Rosa del cielo, has de estar escondida? ¿Cuándo será el día en que te manifiestes y dejes ver al descubierto, para que mis ojos se regocijen en tu soberana hermosura que llene de gustos y alegrías mi alma?
Oración:Fragante Rosa del Cielo y Azucena de los valles, María Santísima del Rosario, que después que el ángel te dio la noticia de la preñez de tu pariente santa Isabel, caminaste a los montes de Judea, llevando en tu vientre al mismo Rey de la gloria, para visitar y servir a tu prima, en los tres meses que hiciste mansión en su casa hasta que nació el niño Juan.
Como contemplan almas piadosas, y contemplo yo, Reina mía, cómo ibas en aquel camino, cual humilde devota y discreta, poniendo en admiración a los mismos ángeles que no apartan los ojos de tus virtudes diciendo:
“¿Quién es ésta que sube como la aurora, hermosa como la luna y escogida como el sol?”.
¡Eres toda hermosa y no hay mancha alguna en ti! ¡Qué hermosas son nuestras pisadas, Hija del Príncipe de la gloria!
Ibas entonces, Señora, como una nube ligera que va a coronar la cumbre de una elevada montaña, cargada del rocío del Cielo; ibas como un caritativo huésped que conducía al hermoso Sol de justicia, Cristo, que había de santificar a su Precursor y librarle del contagio del pecado original. Mas no fue esa sola vez cuando diste a las criaturas ese regocijo, porque después de la memorable renovación de tu Imagen de Chiquinquirá, quisiste salir de tu retiro a visitar los lugares vecinos y librarlos del contagio de la peste, del hambre y de la esterilidad que entonces afligían la tierra: saliste, del mismo modo, como un viajero celestial, prodigando favores, acompañada de tus grandes personajes san Andrés y san Antonio; saliste como águila grande, a quien se dieron estas dos alas, para volar ligeramente al socorro de los afligidos. Así caminabas, por el desierto, en hombros de sacerdotes, acompañada de innumerable pueblo. ¡Cuánto se alegraron los árboles y las plantas, al pasar por frente a ellos la Señora de todo el mundo! Los arroyos cristalinos detienen sus corrientes por mirarte; las aves, en sus tonos diferentes, te hacen saludos al pasar; los desiertos se visten de hermosura, y reverdecen los campos por donde pasas, y todos aquellos valles multiplican abundantemente sus trigos, porque viene a visitar sus tierras la Señora; pero en lo que más se manifestó tu amor, fue en desterrar la peste; pues todo fue uno, dejarte ver en los lugares, y levantarse sanos los que eran el retrato de la muerte.
Rogamos, Señora, te dignes desterrar de nosotros los aires malignos que nos apestan; danos abundantemente los frutos de la tierra y, si el estío quemare nuestros campos, envíanos aguas tempranas; si éstas ahogaren los granos, haz que se suspendan hasta su tiempo. Danos, finalmente, lo que solicitamos en esta novena, pues lo pedimos confiados en el auxilio que para ti tienen tus gloriosos siervos san Andrés y san Antonio, a mayor honra y gloria de Dios Nuestro Señor.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
Lema:Receptores del gran regalo de Dios (“Y habitó entre nosotros” Jn 1,1−18)
Signo celebrativo:El Niño Jesús
La imagen del Niño Jesús nos ayuda a visualizar el misterio de la Encarnación de Dios en nuestra historia, no sólo a los niños sino también a los adultos, nos invita a dar profundidad cristiana en el periodo especial de las fiestas de Navidad y a las diversas manifestaciones de la alegría porque “la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria” (Jn. 1,14). En el lienzo milagroso, encontramos al Niño Jesús siendo cargado en brazos de la Santísima Virgen María, a quien mira fijamente.
Oración:Feliz Virgen María, Madre de Dios y Reina del Rosario, que con tu santísimo esposo José, te dirigiste a Belén, y no hallando posada, escogiste un establo, en donde moraste y diste a luz al Rey de la gloria, y cuando llegó el tiempo determinado, con grande regocijo tuyo, le conociste, le acariciaste y reclinaste en un pesebre, sobre pobres y humildes pajas, en medio de dos animales; y con profundísima humildad y reverencia le adoraste como Dios, y como a tu Hijo le diste a gustar leche de tus virginales pechos, y allí mismo le mostraste a los pastores y a los Reyes para que le adorasen.
Nosotros, Señora, te damos alegres felicitaciones y con regocijo del corazón nos alegramos de tu inefable felicidad, nos gozamos de que seas nuestra Reina y Madre de nuestro Dios.
Eres aquella rosa, la más hermosa y fragante de cuantas produjo el Jardín del Cielo, de la cual nació aquella hermosa y única flor, Jesucristo, Salvador de nuestras almas. Nos admiramos, Señora, que los moradores de Belén no quisiesen tener consigo estas divinas prendas de amor; pero aquí tienes pronto nuestro corazón; ven a morar en la pobreza de él, y llénalo del suavísimo olor que se esparce en tu hermosura. No sucedió así, cuando saliste de este lugar de Chiquinquirá, y llegaste a las ciudades vecinas, porque era tan grande el deseo que tenían sus moradores de hospedarte y tenerte siempre en su compañía, que por esta razón hacían amorosas diligencias por tenerte como el Arca del Testamento, en casa más digna de tu habitación; pero amabas a Chiquinquirá, lugar de tu aparición, y querías estar en el centro de tu pueblo, para mirar igualmente a todos, como dulcísimo centro de nuestro corazón, a donde se han de encaminar nuestros suspiros; no desechaste el lugar que una vez tomaste, lugar feliz y dichoso, del cual podemos decir, imitando al profeta:
“Tú, Chiquinquirá, no eres la más pequeña de las principales, pues en ti se manifestó la Reina que nos gobierna”.
Volviste, en fin, de aquellos lugares, fuiste por entonces colocada en una casa pajiza, no como en Belén, en medio de dos animales, sino en medio de aquellas dos olivas fructíferas y candeleros resplandecientes, que arden siempre en tu presencia, san Andrés y san Antonio.
Aquí, en esa casa, es donde te han rendido sus votos y oraciones, no sólo los pastores y gente humilde, sino también los mayores personajes de toda la nación. A todos consuelas, por todos ruegas y a todos ellos llamas al amor de Dios.
¡Oh inmenso océano de amor divino! ruega por todos nosotros, infunda en nuestros corazones una centella del fuego en que te abrasas. Eres protectora de la fe; convierta a los infieles y herejes al redil de la santa Iglesia, para que todos reconozcan al que engendraste, Jesucristo, salvador de nuestras almas.
Alcánzanos, finalmente, la gracia que en esta novena te hemos pedido, por la mediación de tus gloriosos siervos san Andrés Apóstol y san Antonio de Padua, a mayor honra y gloria de Dios y salvación de nuestras almas.
Amén.
Se rezan cinco Avemarías a honra de la divina maternidad de Nuestra Señora.
GOZOS
Pues sois de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
I
Reina y Madre de Colombia, de oro patrio coronada,
es tu imagen renovada de tu pueblo regocijo,
renueva, Madre, a tus hijos y escucha nuestros
clamores por la paz y la alegría.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
II
Si en tu imagen de Chiquinquirá encontramos
todo el bien que deseamos en esta vida penosa,
si en todo tiempo, graciosa, nos dispensas tus favores
con franca soberanía.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
III
Peregrino de esperanza, todo el pueblo colombiano,
a tu santuario mariano en fraterna procesión
implora con devoción de tu bondad los favores
en humilde romería.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
IV
Fénix de amor, renovada para remediar al hombre
ostentas este renombre en tu Imagen sagrada;
con tal timbre coronada, se aumentan más los ardores
de nuestro amor cada día.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
V
Escoltan tu dulce imagen dos celestiales edecanes,
inmaculados guardianes: San Andrés y San Antonio;
de Domingo testimonio sus frailes predicadores,
te custodian noche y día.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
VI
Como aquella nubecilla que Elías vio sobre el Carmelo
así por nuestros consuelos obras esta maravilla;
de una oscura imagencilla salieron magnos primores,
que son asombro del día.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
VII
¡Que copiosa y que incesante es la lluvia soberana
de milagros, con que ufana nos beneficias amante.
No se da ningún instante sin que derrames favores
con general bizarría.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
VIII
Todo el que imploró confiado con sincera devoción
de tu amparo protección salió siempre consolado;
infinitos han mudado en delicias sus dolores
porque buscaron tu guía.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
IX
No hay enfermedad penosa, no hay trabajo ni desgracia
que Tú con tanta eficacia no remedies generosa;
si es que con fe fervorosa el que busca tus amores
de los vicios se desvía.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
X
Lo confiesa así gozoso todo el pueblo colombiano,
porque jamás clamó en vano bajo tu auxilio amoroso;
pues de modo portentoso en sus congojas mayores
tú le diste la alegría.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
XI
Casa común del consuelo tu hermoso templo sagrado,
pues en él has franqueado todo el maternal desvelo.
Por eso con tanto anhelo, sin recelos ni temores,
te clamamos noche y día.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
XII
¡Pueblo de Chiquinquirá, tierra mil veces dichosa!
¡que riqueza tan preciosa Dios en su campo nos da!
¡Oh, que celestial maná de tan distintos sabores
vierte en su imagen María.
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
Pues sois de los pecadores el consuelo y la alegría
¡Oh Madre, clemente y pía escuchad nuestros clamores!
ORACIÓN FINAL
Bienaventurada Madre del Redentor, puerta del Cielo que siempre estás abierta, hermosa estrella que guías a los que navegan en el mar tempestuoso de este mundo, socorra a los que están caídos en el pecado, y que desean librarse de él, Tú, que con pasmo de toda la naturaleza concebiste y diste a luz a tu Creador, Virgen santa antes y después del parto, compadécete de los pecadores, recibiendo el saludo del ángel san Gabriel.
Dígnate rogar por nosotros, ¡oh santa Madre de Dios!
Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Omnipotente y sempiterno Dios y Señor nuestro, que eres la Esperanza, el Premio y el Consuelo de todos los afligidos que te invocan y quisiste que todos los bienes que tenemos y esperamos alcanzar, nos vengan por mano de la Santísima Virgen María, dignísima Madre tuya: concedednos, como te suplicamos, que todos los que veneran piadosamente tu nacimiento en carne mortal, y te ruegan delante de esta milagrosa Imagen renovada por tu mano, sientan el perpetuo socorro de su patrocinio, y sean libres en el cuerpo y en el alma de toda tribulación. Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
BENDICIÓN FINAL
† Dulce Madre, no te alejes, tu vista de nosotros, no apartes, ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes; y ya que nos amas tanto como verdadera Madre, haz que nos bendiga: el Padre, el Hijo ✠, y el Espíritu Santo. Amén.