Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dulce Jesús de mi vida, prenda de mi corazón, a tus pies yo me arrodillo y te pido perdón, te pido de penitencia me des la absolución, por si este día, esta noche, me muero; me sirva de confesión.
Que el padre me dé su gracia, y el hijo su bendición, que la Santísima Virgen María me conforte, por si a la hora de mi muerte no puedo pedir perdón, ahora te lo pido con un acto de contrición:
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh fidelísimo discípulo del Divino Maestro Jesucristo, que mereciste os escogiese por una de las primeras columnas de la Iglesia, y por fundador y patrono de las de la iglesia, que por vuestra predicación y merecimientos recibió la fe católica, y espera mantenerla hasta el fin del mundo, ¡Oh padre y protector de todos los fieles!, aclamado seáis en todas las naciones, os pido me alcancéis las gracias que tanto necesito. Confirmadme en la fe y en el santo temor de Dios que tanto necesito. Interceded por mi ante el Todo Poderoso para que me otorgue el favor que os pido en esta novena y así tener un motivo más para daros gracias en la Gloria.
Amén.
Gloriosísimo Apóstol que a la primera voz con que el Divino Maestro os llamó para discípulo suyo, os resolviste prontísimamente a seguirlo, abandonando con ánimo generoso las conveniencias esperanzas del mundo por entregaros enteramente a la voluntad y servicio del Señor; infinitas gracias doy a su Majestad por ese singular beneficio que os hizo, y a vos os ensalzo por la puntualísima obediencia y fidelidad con que le habéis correspondido. Bien veis cuan metido me hallo en las redes de mis pasiones, preso de mi amor propio y atado a mis temporales intereses, que me impiden seguir a Dios y atender a sus amorosos llamamientos. Alcanzadme del Señor una alentada resolución como la vuestra, para romper estos lazos, y desembarazarme de todos los apegos que me estorben para servir a Dios; dadme una rendida atención a las divinas inspiraciones para aplicarlas y obedecerlas como vos lo hicisteis. Promoved y fortaleced la fe, la fidelidad y aún la felicidad temporal de la Iglesia. Para que imitándoos en seguir a Cristo acá en la tierra, os acompañemos también en gozar de su vista en la Gloria.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Invicto defensor de la fe a quien el Divino Maestro distinguió con el renombre de “hijo del trueno”, profetizando los fogosos incendios de caridad con que habíais de consumir la idolatría en las tierras a donde llevasteis la luz del Evangelio, añadid a ese imponderable beneficio el de alcanzarme de Dios eficaces auxilios para que yo desempeñe adecuadamente el nombre de cristiano, cumpliendo exactamente con las obligaciones que con él hemos contraído, para que en el día del juicio el Divino Pastor no nos desconozca como sus ovejas. Ayudadnos a mantenernos siempre triunfantes de enemigos visibles e invisibles, para mayor gloria de Dios, y así hacernos dignos de acompañaros en la Patria Celestial.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Dichosísimo Apóstol, que por la fiel correspondencia a los favores del Todo Poderoso Jesús, os hicisteis de sus altas confianzas, y de que se acompañase de vos para las obras de su Omnipotencia, llevándoos consigo para testigo de la portentosa Resurrección de la hija de Jayro, yo os suplico rendidamente por esta particular distinción, que su Majestad hizo en vos, presentéis al Señor mi pobre alma, quizá muerta por la culpa, o al menos lastimosamente débil y lánguida por su tibieza, para que su infinita piedad la resucite a la vida de la gracia, la fortalezca e infunda un nuevo y vigoroso espíritu, con la que en adelante le sirva con mayor fervor y más vivo deseo de su mayor honra. Haced lo mismo con todos los infelices que están en pecado mortal, para que lleguen vivas a la presencia del Señor en la gloria.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Dilectísimo Ministro de la Majestad suprema de Dios y tan favorecido del Soberano Jesús, que no quiso en la tierra manifestar la gloria de su maravillosa Transfiguración sin que vos fueseis participante de ella, os suplico encarecidamente por aquel gozo que tuvisteis en el Tabor, cuando visteis en él reducida a un breve Mapa la Bienaventuranza eterna, que así como para subir a la cumbre, en que merecisteis gozarla, os confundisteis con la abnegación de vos mismo, el desprecio del mundo y una rendida obediencia a los Preceptos de Jesucristo, así por los mismos medios me disponga para recibir del Señor una luz con que más claramente conozca y contemple en esta vida sus perfecciones y altísimos Atributos, para que más y más enamorado de aquella incomprehensible hermosura, desprecie por ella todas cuantas delicias me pueda ofrecer la tierra, y ponga todos mis cuidados en conseguir las del Cielo.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Benignísimo Padre y Patrón nuestro, tan tiernamente amado del Salvador del mundo, que no quiso apartaros de su lado en las agonías que padeció en el Huerto, y le debisteis la dulce Piedad de disimularos que estuvieseis durmiendo, mientras su Majestad, desangrándose en sudor copioso, estaba orando; yo os suplico humildemente, que así como vos, recobrado de aquel sueño supisteis pagar al Señor aquel descanso con las fatigas, desvelos y sudores de vuestro Apostólico ministerio; hasta dar la vida por Él, que la había dado por vos, así yo, considerando la gran pérdida de tiempo que diariamente hago en estar dormido para el cuidado de mi alma, y demasiadamente despierto para los del mundo, abra desde ahora con vuestro ejemplo los ojos, para ver cuán lejos voy del camino que me habéis enseñado, y conciba un propósito eficacísimo de desvelarme más por mi salvación y no perdonarme fatiga ni sudor alguno, que me conduzca para el bien espiritual de mi alma, por no degenerar de hijo vuestro y merecer por vos, y con vos, el eterno descanso.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Esforzadísimo campeón de la Santa Madre Iglesia, os suplico rendidamente, que así como supisteis plantar en tierras lejanas la verdadera religión de Jesucristo, cuidéis de conservarla en mí y en tantos otros que sinceramente buscan conocer la única Verdad. No ignoráis, santo mío, que en mí, y quizá en muchísimos, está muy apagada (o como muerta) la Fe, por falta de obras dignas del carácter de legítimos hijos de Dios. Sacad la espada contra nuestros rebeldes apetitos que nos tienen en cruel cautiverio. Rescatadnos de la mísera esclavitud de nuestras pasiones, bárbaramente dominantes. Alcanzadnos, del Divino Maestro, una nueva conversión, para que la penitencia y el continuo ejercicio de las virtudes nos acrediten ser dignos miembros de la Militante, y en el futuro, de la Triunfante Iglesia.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Afortunadísimo apóstol, tan favorecido por la Reina del Cielo, María Santísima, que merecisteis, estando aún ella en esta vida, viniera desde Jerusalén a visitaros, fortaleceros y significaros, que era gusto de Dios, y suyo, le erigieseis en Zaragoza un templo, que fue el primero, que en el orbe cristiano se vio consagrado a la verdadera y única Deidad y a la que le dio el humano ser, yo os suplico, por el mérito y el consuelo que tuvisteis al ejecutar tan dulce y tan hermoso precepto, consagréis también mi corazón en templo de María Santísima, y le hagáis firmísima columna, sobre la cual esté siempre dignamente colocada y servida de mis potencias y sentidos, como amabilísima Madre y poderosísima Señora. Haced (tiernísimo devoto de esta gran Reina) que todos os imitemos en amarla y en servirla, para que así como se dignó visitaros en vida, así en ella, y en la hora de nuestra muerte nos visite y asista hasta ponernos seguros en la Gloria.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Constantísimo soldado de Jesucristo, que por servirle leal y valerosamente, no sosegasteis hasta derramar gustosamente vuestra sangre, y rendir por Él vuestra cabeza al cuchillo, yo os agradezco y alabo por esa heroica constancia, y os suplico rendidamente interceded la entereza que necesito, para estar pronto a perder antes mil vidas que faltar a la fidelidad que le debo a mi Dios y Creador. Ved, santo mío, que en mi alma, y en la de tantos otros, hay mucho que sanar y convertir. Alcanzadnos, del Divino Maestro, la salvación y conversión. Alentad y confortad nuestro espíritu para que sepa resistir firmemente los combates con el enemigo, y perder cuanto sea necesario, honra, hacienda y vida, antes que perder la gracia, perseverando siempre en ella, hasta poseer la Gloria.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
Suavísimo bienhechor, por vuestra intercesión y protección alcanzadme de Dios Padre de las Misericordias, el perdón de los muchos delitos con que lo he ofendido, alcanzadme la gracia de que el maligno enemigo no tenga más poder sobre mi, los dones que nos sean necesarios para vencer nuestras pasiones. Ayudadme para que os imite en los méritos dignos de premio eterno, para que solicite la honra que vos tuvisteis de servirle en la tierra, y así gozarle con vos y los demás bienaventurados en la gloria.
Amén.
Padre Nuestro..., Dios te Salve María...
GOZOS
Santiago, Apóstol glorioso
ilustre de la iglesia,
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
I
Al punto que habeis oído
A Jesús que os ha llamado,
Del mar del mundo arriesgado,
Las redes echais a olvido:
A su interés engañoso
Disteis pronta despedida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
II
Viendo que de celo lleno,
Serías Rayo inflamado,
Y Jesús os dio el señalado
Título de hijo del Trueno:
De nombre tan misterioso
Se vio la verdad cumplida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
III
El secreto os confió,
Señal de su amor bien fija,
Cuando a la difunta hija
De Jairo resucitó:
Así premia amoroso
Vuestra lealtad conocida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
IV
Cuando en el Tabor notoria
Hizo su inmensa grandeza,
Parte quiso su fineza
Daros en aquella gloria:
Para todo lance honroso
Su dignación os convida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
V
De su agonía en el Huerto,
Por testigo os ha escogido,
Siendo, estando Vos dormido,
Su amor con Vos más despierto:
No hay sudor, ni afan penoso,
Que de estimaros le impida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
VI
Digno vuestro valor fue
De que os fiase la hazaña
De conquistar toda la iglesia,
Para el reino de la Fe:
Dejasteis, Rayo fogoso,
La gentilidad rendida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
VII
Por premiar vuestros desvelos
Desde Jerusalén fina
Vino a la iglesia peregrina
La Emperatriz de los Cielos:
Templo le hicisteis famoso,
Que acredita su venida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
VIII
Después de tanta proeza,
De los Apóstoles fuisteis
El primero que ofrecisteis
Por la Fe vuestra cabeza:
Llevais en esto dichoso
Primacía distinguida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
IX
Vivo siempre en la caricia
Con que la quereis honrar,
Muerto ya, le volvió a dar
Vuestro cuerpo alma a Galicia:
No hay con honor tan glorioso,
Nacíón más engrandecida.
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
X
Santiago, Apóstol glorioso
Ilustre de la iglesia,
En la muerte y en la vida
Sed nuestro Patrón piadoso.
Breve pasaje: Oh Bienaventurado Apóstol, que escogido entre los primeros fuiste el primero de los Apóstoles que mereciste beber el Cáliz del Señor. ¡Oh glorioso reino de la iglesia, fortalecido con tal Patrón, y enriquecido con la prenda de su Santo Cuerpo, por cuya intercesión te hizo tan grandes favores el Todopoderoso.
℣. Ruega por nosotros, Bienaventurado Santiago.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
ORACIÓN
Señor, santificad y proteged a vuestro pueblo, a fin de que ayudado por la asistencia de vuestro Apóstol Santiago, os sea agradable por su conducta y os sirva en perfecta tranquilidad de espíritu. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
BENDICIÓN FINAL
† Dulce Madre, no te alejes, tu vista de nosotros, no apartes, ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes; y ya que nos amas tanto como verdadera Madre, haz que nos bendiga: el Padre, el Hijo ✠, y el Espíritu Santo. Amén.