Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dulce Jesús de mi vida prenda de mi corazón a tus pies yo me arrodillo y te pido perdón, te pido de penitencia me des la absolución, por si este día, esta noche me muero, me sirva de confesión.
Que el padre me dé su gracia, y el hijo su bendición, que la Santísima Virgen María me conforte, por si a la hora de mi muerte no puedo pedir perdón, ahora te lo pido con un acto de contrición.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Padre Creador y Redentor mío por ser vos quién eres y porque te amo sobre todas las cosas me pesa de todo corazón, haberte ofendido. Prometo firmemente con la ayuda de tu gracia, nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderte, confesarme y cumplir la penitencia amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Gloriosísima Virgen María, de la que en tu preciosímo Hijo nos traes la luz indeficiente que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, y que en el día de tu Purificación, acompañada de tu castísimo Esposo, El Patriarca señor San José, de justo Simeón y de Ana la profetisa, rodeaste el templo del Señor con candelas en las manos y entre innumerables ejércitos de ángeles formaste la devotísima procesión que sirvió de modelo a la que ahora celebra nuestra Santa Madre Iglesia, y que en las candelas benditas nos das una general defensa contra los peligros de la vida y un seguro asilo contra los enemigos en la hora de la muerte, por tu virginal pureza, y por la dignidad inefable de Madre de Dios, favorécenos en los peligros de la vida, líbranos del contagio del pecado, prepáranos con tu mano poderosa para la hora de la muerte con vivísima contrición de nuestras culpas. Haz que recibamos dignamente los Santos Sacramentos, para que purificados con la sangre del Cordero inmaculado, con una antorcha bendita en las manos, salgamos al encuentro del esposo de nuestras almas, con ternura de corazón le entonemos devotos el cántico de Simeón le digamos:
Ahora, Señor, en paz queda tu siervo, pues ya me cumpliste tu palabra; Ya mis ojos han visto con delicia al dulce Salvador que nos preparas; Al redentor que envías para ser la luz del mundo, pues que a todo el mundo salva; Que será la antorcha de todas las naciones y de Israel la gloria soberana.
Amén.
ORACIÓN A DIOS PADRE
Creo en Dios: fortalece, Señor mi fe;
Espero en Dios: afirma, Señor, mi esperanza;
Amo a Dios: enciende Señor mi amor, pésame de haberos ofendido.
¡Oh, Dios mío!: aumenta, Señor, mi arrepentimiento; que yo os prometo, con el auxilio de vuestra gracia y el patrocinio poderoso de María santísima, nunca más pecar. Tened, Señor piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro...
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven espíritu santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y todo será creado y se renovará la faz de la tierra.
Espíritu Santo eres el alma de mi alma, te adoro humildemente, ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame, y en cuanto corresponda al querer del Eterno Padre Dios, revélame tus deseos, dame a conocer lo que el amor eterno desea de mí. Dame a conocer lo que debo realizar, dame a conocer lo que debo sufrir, dame a conocer lo que silencioso debo aceptar, cargar y soportar. Si Espíritu Santo dame a conocer la voluntad del Padre, pues toda mi vida no quiero ser otra cosa que una continua obediencia, sí a los deseos y al querer del Eterno Padre Dios. Amén.
Gloria...
ORACIÓN PREPARATORIA
¡Oh, excelentísima e inmaculada reina del cielo, María santísima! ¡Hija predilecta del Padre Eterno, amantísima del Divino Hijo, Esposa Virginal del Espíritu Santo, excelso trono de la majestad divina, Templo Augusto de la Santísima Trinidad, en quien las tres divinas personas han derramado los tesoros de su poder, sabiduría y amor!.
Acordaos, Virgen María, de que Dios os ha hecho tan grande para que podáis socorrer a Los miserables pecadores.
Acordaos que habéis prometido muchas veces mostrados Madre piadosa de los que recurran a Vos, me acojo Madre misericordiosísima, y os ruego, por el amor que os tuvo el Altísimo, me alcance de Dios padre, una fe tan viva, que jamás pierda de vista las máximas eternas; del hijo, una Esperanza tan firme, que siempre aspire a lograr aquella Gloria que Él me adquirió con su Sangre; y del Espíritu Santo, una caridad tan inflamada, que yo viva siempre amando el sumo bien y a vos, Virgen Santísima, hasta que, por vuestra intercesión, pueda ir a amar y gozarle Eternamente en la Gloria.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuando Jesús cumplió ocho días de nacido, lo circuncidaron y le pusieron por nombre Jesús. Así lo había pedido el ángel, cuando le anunció a María que iba a tener un hijo. Cuarenta días después de que Jesús nació,
parten María santísima y San José con el Infante Jesús de Belén a Jerusalén para presentarle en el templo y cumplir la ley.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 19
Pág 486
Trató la gran Señora con su esposo de la jornada, y habiéndola ordenado para estar en Jerusalén el día determinado por la ley y prevenido lo necesario, se despidieron de la piadosa mujer su hospedera; y dejándola llena de bendiciones del cielo, cuyos frutos cogió copiosamente, aunque ignoraba el misterio de sus divinos huéspedes, fueron luego a visitar el portal o cueva del nacimiento, para ordenar de allí su viaje con la última veneración de aquel humilde sagrario, pero rico de felicidad, no conocido por entonces. Entregó la Madre a San José el Niño Jesús para postrarse en tierra y adorar el suelo, testigo de tan venerables misterios, y habiéndolohecho con incomparable devoción y ternura, habló a su esposo y le dijo: Señor, dadme la bendición, para hacer con ella esta jornada, como me la dais siempre que salgo de vuestra casa, y también os suplico que me deis licencia para hacerla a pie y descalza, pues he de llevar en mis brazos la hostia que se ha de ofrecer al eterno Padre. Esta obra es misteriosa, y deseo hacerla con las condiciones y magnificencia que pide, en cuanto me fuere posible.—Usaba nuestra Reina, por honestidad, de un calzado que le cubría los pies y le servía casi de medias; era de una yerba de que usaban los pobres, como cáñamo o malvas, curado y tejido grosera y fuertemente, y aunque pobre, limpio y con decente aliño.
San José la respondió que se levantase, porque estaba de rodillas, y dijo: El altísimo Hijo del Eterno Padre, que tengo en mis brazos, os dé su bendición; sea también enhorabuena que caminando a pie le llevéis en los vuestros, pero no habéis de ir descalza, porque el tiempo no lo permite, y vuestro deseo será acepto delante del Señor, porque os le ha dado.—De esta autoridad de cabeza en mandar a María santísima usaba San José, aunque con gran respeto, por no defraudarla del gozo que tenía la gran Reina en humillarse y obedecer; y como el santo esposo la obedecía también y se mortificaba y humillaba en mandarla, venían a ser entrambos obedientes y humildes recíprocamente. El negarla que fuese descalza a Jerusalén, lo hizo San José temiendo no le ofendiesen los fríos para la salud, y el temerlo nacía de que no sabía la admirable complexión y compostura del cuerpo virginal y perfectísimo, ni otros privilegios de que la diestra divina la había dotado. La obediente Reina no replicó más al santo esposo y obedeció a su mandato en no ir descalza; y para recibir de sus manos al infante Jesús se postró en tierra y le dio gracias, adorándole por los beneficios que en aquel sagrado portal había obrado con ella y para todo el linaje humano; y pidió a Su Majestad conservase aquel sagrario con reverencia y entre católicos y que siempre fuese de ellos estimado y venerado, y al santo Ángel destinado para guardarle, se le encargó y encomendó de nuevo. Cubrióse con un manto para el camino, y recibiendo en sus brazos al tesoro del cielo y aplicándole a su pecho virginal, le cubrió con grande aliño para defenderle del temporal del invierno.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
la sagrada familia parten del portal de la cueva que vio nacer al Salvador.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 19
Pág 466 - 467
Partieron del portal, pidiendo la bendición entrambos al Niño Dios, y Su Majestad se la dio visiblemente; y San José acomodó en el jumentillo la caja de los fajos del divino infante, y con ellos la parte de los dones de los Reyes que reservaron para ofrecer al templo. Con esto se ordenó de Belén a Jerusalén la procesión más solemne que se vio jamás en el templo, porque en compañía del Príncipe de las eternidades Jesús y de la Reina su madre y San José su esposo, partieron de la cueva del nacimiento los diez mil Ángeles que habían asistido en estos misterios y los otros que del cielo descendieron con el santo y dulce nombre de Jesús en la circuncisión (Cf. supra n. 523). Todos estos cortesanos del cielo iban en forma visible humana, tan hermosos y refulgentes, que en comparación de su belleza todo lo precioso y deleitable del mundo era menos que de barro y que la escoria, comparado con el oro finísimo; y al sol, cuando más en su fuerza estaba, le oscurecían, y cuando faltaba en las noches las hacían días clarísimos; de su vista gozaba la divina Reina y su esposo San José. Celebraban todos el misterio con nuevos y altísimos cánticos de alabanza al Niño Dios que se iba a presentar al templo; y así caminaron dos leguas, que hay de Belén a Jerusalén.
En aquella ocasión, que no sería sin dispensación divina, era el tiempo destemplado, de frío y hielos, que no perdonando a su mismo Criador humanado y niño tierno, le afligían hasta que temblando como verdadero hombre lloraba, [por los pecados de los hombres], en los brazos de su amorosa Madre, dejando más herido su corazón de compasión y amor que de las inclemencias el cuerpo. Volvióse a los vientos y elementos la poderosa Emperatriz y como Señora de todos los reprendió con divina indignación, porque ofendían a su mismo Hacedor, y con imperio les mandó que moderasen su rigor con el Niño Dios, pero no con ella. Obedecieron los elementos al orden de su legítima y verdadera Señora, y el aire frío se convirtió en una blanda y templada marea para el infante, pero con la Madre no corrigió su destemplado rigor; y así le sentía ella y no su dulce Niño, como en tres ocasiones he dicho (Cf. supra n. 20, 21, 543, 544) y repetiré adelante (Cf. infra n. 633). Convirtióse también contra el pecado la que no le había contraído, y dijo: ¡Oh culpa desconcertada y en todo inhumana, pues para tu remedio es necesario que el mismo Criador de todo sea afligido de las criaturas que dio ser y las está conservando! Terrible monstruo y horrendo eres, ofensiva a Dios y destruidora de las criaturas, las conviertes en abominación y las privas de la mayor felicidad de amigas de Dios. ¡Oh hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo habéis de ser de corazón grave y habéis de amar la vanidad y mentiras? No seáis tan ingratos para con el altísimo Dios y crueles con vosotros mismos. Abrid los ojos y mirad vuestro peligro. No despreciéis los preceptos de vuestro Padre celestial ni olvidéis la enseñanza de vuestra Madre (Prov 1, 8), que os engendré por la caridad, y tomando el Unigénito del Padre carne humana en mis entrañas, me hizo Madre de toda la naturaleza; como tal os amo y, si me fuera posible y voluntad del Altísimo que yo padeciera todas las penalidades que ha habido desde Adán acá, las admitiera con gusto por vuestra salud.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
Preparación de su llegada a Jerusalén para su visita al templo.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 19
Pág 467 - 468
En el tiempo que continuaba la jornada nuestra divina Señora con el Niño Dios, sucedió en Jerusalén que San Simeón, Sumo Sacerdote, fue ilustrado del Espíritu Santo cómo el Verbo humanado venía a presentarse al templo en los brazos de su Madre; la misma revelación tuvo la santa viuda Ana; y de la pobreza y trabajo con que venían, acompañados de San José, esposo de la purísima Señora. Y confiriendo luego los dos santos esta revelación e ilustración, llamaron al mayordomo del templo que cuidaba de lo temporal y dándole las señas de los caminantes que venían le mandaron saliese a la puerta del camino de Belén y los recibiese en su casa con toda benevolencia y caridad. Así lo hizo el mayordomo, con que la gran Reina y su esposo recibieron mucho consuelo, por el cuidado que traían de buscar posada que fuese decente para su divino infante. Dejándolos en su casa el dichoso hospedero, volvió a dar cuenta al Sumo Sacerdote.
Aquella tarde, antes de recogerse, trataron María santísima y San José lo que debían hacer; y la prudentísima Señora advirtió que llevase luego la misma tarde al templo los dones de los Reyes, para ofrecerlos en silencio y sin ruido, como se deben hacer las limosnas y ofrendas, y que de camino trajese el santo esposo las tortolillas (Lc 2, 24) que habían de ofrecer al otro día en público con el infante Jesús. Ejecutólo así San José y, como forastero y poco conocido, dio la mirra, incienso y oro al que recibía los dones en el templo, no dejando lugar para que se advirtiese quién había ofrecido tan gran limosna; y aunque pudo con ella comprar el cordero, que ofrecían los más ricos con los primogénitos (Lev 12, 6-8), no lo hizo, porque fuera desproporción del traje humilde y pobre de la Madre y niño y del esposo ofrecer dones de ricos en lo público, y no convenía degenerar en acción alguna de su pobreza y humildad aunque fuera con fin piadoso y honesto, porque en todo fue maestra de perfección la Madre de la sabiduría y su Hijo santísimo de la pobreza, en que nació, vivió y murió.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
San Simeòn y la Santa mujer Ana son advertidos.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 19
Pág 468
Era San Simeón, como dice San Lucas (Lc 2, 25ss), justo y temeroso y esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo, que estaba en él, le había revelado que no pasaría la muerte sin ver primero al Cristo del Señor, y que movido del Espíritu vino al templo; porque aquella noche, a más de lo que había entendido, fue de nuevo ilustrado con la divina luz, y en ella conoció con mayor claridad todos los misterios de la encarnación y redención humana, y que en María santísima se habían cumplido las profecías de Isaías (Is 7, 14; 9, 1) que una Virgen concebiría y pariría un hijo, y de la vara de José nacería una flor que sería Cristo, y todo lo demás de éstas y otras profecías; tuvo luz muy clara de la unión de las dos naturalezas en la persona del Verbo y de los misterios de la pasión y muerte del Redentor. Con la inteligencia de cosas tan altas quedó el Santo Simeón elevado y todo fervorizado, con deseos de ver al Redentor del mundo; y como ya tenía noticia que venía a presentarse al Padre, fue llevado Simeón al templo en espíritu el día siguiente, que es en la fuerza de esta divina luz; y sucedió lo que diré en el capítulo siguiente. También la santa mujer Ana tuvo revelación la misma noche de muchos de estos misterios respectivamente, y fue grande el gozo de su espíritu porque, como dije en la primera parte (Cf. supra p. I n. 423) de esta Historia, ella había sido maestra de nuestra Reina cuando estuvo en el templo; y dice el evangelista que no se apartaba de él (Lc 2, 37), sirviendo de día y noche con ayunos y oraciones, y que era profetisa, hija de Samuel, del tribu de Aser, y habiendo vivido siete años con su marido era ya de ochenta y cuatro; y habló proféticamente del niño Dios, como se verá (Cf. infra n. 600).
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
Doctrina de La Reina del Cielo de los sucesos hasta el día anterior a su visita al templo.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 19
Pág 468 - 469
Hija mía, una de las miserias que hacen infelices o poco felices a las almas es contentarse con hacer las obras de virtud con negligencia y sin fervor, como si obraran cosa de poca importancia o casual. Por esta ignorancia y vileza de corazón llegan pocas al trato y amistad íntima con el Señor, que sólo se alcanza con el amor ferviente. Y llámase ferviente o fervoroso, porque al modo del agua que con el fuego hierve, así este amor con la violencia suave del divino incendio del Espíritu Santo levanta al alma sobre sí, sobre todo lo criado y sobre sus mismas obras; porque amando se enciende más y del mismo amor le nace un insaciable afecto, con el cual no sólo desprecia y olvida lo terreno, pero ni le satisface ni sacia todo lo bueno; y como el corazón humano, cuando no alcanza lo que mucho ama, si le es posible, se enardece más en el deseo de conseguirlo con nuevos medios, por esto si el alma tiene ferviente caridad, siempre con ella misma halla qué desear y qué hacer por el amado y todo cuanto obra le parece poco; y así busca y pasa de la voluntad buena a la perfecta (Rom 12, 2) y de ésta a la de mayor beneplácito del Señor, hasta llegar a la pérfectísima e íntima unión y transformación en el mismo Dios.
De aquí entenderás, carísima, la razón por que deseaba ir descalza al templo, llevando a mi Hijo santísimo a presentarle en él y cumplir también con la ley de la purificación; porque a mis obras daba todo el lleno de perfección posible, con la fuerza del amor que siempre me pedía lo más perfecto y agradable al Señor, y me movía a ello esta fervorosa ansia en obrar todas las virtudes en colmo de perfección. Trabaja por imitar con toda diligencia la que en mí conoces, porque te advierto, amiga, que este linaje de amor y de obrar es lo que el Altísimo está deseando y esperando como tras de los canceles, que dijo la esposa (Cant 2, 9), mirando cómo ella obra todas las cosas, y tan cerca que sólo un cancel media para que goce de su vista; porque rendido y enamorado se va tras las almas que así le aman y sirven en todas sus obras, como también se desvía de las tibias y negligentes, o acude a ellas con una común y general providencia. Aspira tú siempre a lo más perfecto y puro de las virtudes y en ellas estudia e inventa siempre nuevos modos y trazas de amor, de manera que todas tus fuerzas y potencias interiores y exteriores estén siempre ocupadas y oficiosas en lo más alto y excelente para el agrado del Señor; y todos estos afectos comunícalos y sujétalos a la obediencia y consejo de tu maestro y padre espiritual, para hacer lo que mandare, que esto es lo primero y más seguro.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
Cumplimiento de la Santa Ley.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 20
Pág 469
No sólo por virtud de la creación era la humanidad santísima de Cristo propia del eterno Padre, como las demás criaturas, pero por especial modo y derecho le pertenecía también por virtud de la unión hipostática con la persona del Verbo, que era engendrada de su misma sustancia, como Hijo unigénito y verdadero Dios de Dios verdadero; pero con todo eso determinó el Padre que le fuese presentado su Hijo en el templo, así por el misterio como por el cumplimiento de su santa ley, cuyo fin era Cristo nuestro Señor (Rom 10, 4), pues por esto fue ordenado que los judíos santificasen y ofreciesen todos sus primogénitos (Ex 13, 2), esperando siempre al que lo había de ser del eterno Padre y de su Madre santísima; y en esto, a nuestro modo de entender, se hubo Su Majestad como sucede entre los hombres, que gustan se les trate y repita alguna cosa de que tienen agrado y complacencia, pues aunque todo lo conocía y sabía el Padre con infinita sabiduría tenía gusto en la ofrenda del Verbo humanado que por tantos títulos era suyo.
Esta voluntad del eterno Padre, que era la misma de su Hijo santísimo en cuanto un Dios, conocía la Madre de la vida y también la de la humanidad de su Unigénito, cuya alma y operaciones miraba conforme en todo con la voluntad del Padre; y con esta ciencia pasó en coloquios divinos la gran Princesa aquella noche que llegaron a Jerusalén antes de la presentación, y hablando con el Padre decía: Señor y Dios altísimo, Padre de mi Señor, festivo día será éste para el cielo y tierra, en que os ofrezco y traigo a vuestro santo templo la hostia viva, que es el tesoro de vuestra misma divinidad; rica es, Señor y Dios mío, esta oblación, y bien podéis por ella franquear vuestras misericordias al linaje humano, perdonando a los pecadores que torcieron los caminos rectos, consolando a los tristes, socorriendo a los necesitados, enriqueciendo a los pobres, favoreciendo a los desvalidos, alumbrando a los ciegos y encaminando a los errados; esto es, Señor mío, lo que yo os pido, ofreciéndoos a vuestro Unigénito y también es Hijo mío por vuestra dignación y clemencia; y si me le habéis dado Dios, yo os le presento Dios y Hombre juntamente, y lo que vale es infinito y menos lo que pido; rica vuelvo a vuestro santo templo de donde salí pobre y mi alma os magnificará eternamente, porque tan liberal y poderosa se mostró conmigo vuestra diestra divina.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
Llegada al templo.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 20
Pág 469 - 470
Llegada la mañana, para que en los brazos de la purísima alba saliese el sol del cielo a vista del mundo, la divina Señora, prevenidas las tortolillas y dos velas, aliñó al infante Jesús en sus paños, y con el santo esposo José salieron de la posada para el templo. Ordenó la procesión y en ella iban los santos ángeles que vinieron desde Belén en la misma forma corpórea y hermosísima, como mencione arriba, pero en esta añadieron los espíritus santísimos muchos cánticos dulcísimos que le decían al niño Dios con armonía de suavísima y concertada música, que sólo María Purísima los percibió. Y a más de los diez mil que iban en esta forma, descendieron del cielo otros innumerables y, juntos con los que tenían la venera del santo nombre de Jesús, acompañaron al Verbo divino humanado a esta presentación, y estos iban incorpóreamente como ellos son, y la divina Princesa sola los podía ver. Llegando a la puerta del templo, sintió la felicísima Madre nuevos y altísimos efectos interiores de dulcísima devoción y prosiguiendo hasta el lugar que llegaban las demás se inclinó y puesta de rodillas adoró al Señor en espíritu y verdad en su santo templo y se presentó ante su altísima y magnífica Majestad con su Hijo en los brazos. Luego se le manifestó con visión intelectual la Santísima Trinidad y salió una voz del Padre, oyéndola sola María Purísima, que decía: Este es mi amado Hijo, en el cual yo tengo mi agrado. Él, dichoso entre los varones, San José, sintió al mismo tiempo nueva conmoción de suavidad del Espíritu Santo, que le llenó de gozo y luz divina.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
Presentan al Infante Jesús.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 20
Pág 470 - 471
El sumo sacerdote San Simeón, movido también por el Espíritu Santo; como se mencionó arriba en el capítulo precedente, entró luego en el templo y encaminándose al lugar donde estaba la Reina con su infante Jesús en los brazos vio al Hijo y Madre llenos de resplandor y de gloria respectivamente. Era este sacerdote lleno de años y en todo venerable, y también lo era la profetisa Santa Ana, que, como dice el evangelio (Lc 2, 25-38), vino allí a la misma hora y vio a la Madre con el Hijo con admirable y divina luz. Llegaron llenos de júbilo celestial a la Reina del cielo y el sacerdote recibió de sus manos al infante Jesús en sus palmas y levantando los ojos al cielo le ofreció al eterno Padre y pronunció aquel cántico lleno de misterios: Ahora, Señor, saca en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa. Porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado: al cual tienes destinado para que, expuesto a la vista de todos los pueblos, sea luz brillante que ilumine a los gentiles, y gloria de tu pueblo de Israel. (Lc 2, 25-38). Y fue como decir: Ahora, Señor, me soltarás y dejarás ir libre y en paz, suelto de las cadenas de este mortal cuerpo, donde me detenían las esperanzas de tu promesa y el deseo de ver a tu Unigénito hecho carne; ya gozaré de paz segura y verdadera, pues han visto mis ojos a tu Salvador, tu Hijo unigénito hecho hombre, unido con nuestra naturaleza, para darle salvación eterna, destinada y decretada antes de los siglos en el secreto de tu divina sabiduría y misericordia infinita; ya, Señor, le preparaste y le pusiste delante de todos los mortales, sacándole a luz al mundo para que todos le gocen, si todos le quieren, y tomar de él la salvación y la luz que alumbrará a todo hombre en el universo; porque Él es la lumbre que se ha de revelar a las gentes y para gloria de tu escogido pueblo de Israel.
Oyeron este cántico de San Simeón María santísima y San José, admirándose de lo que decía y con tanto espíritu; y llámales el Evangelista (Lc 2, 25-38) padres del Niño Dios, según la opinión del pueblo, porque esto sucedió en público. Y San Simeón prosiguió diciéndole a la Madre santísima del infante Jesús, a quien se convirtió con atención: Advertid, Señora, que este niño está puesto para ruina y para salvación de muchos en Israel y para señal o blanco de grandes contradicciones, y vuestra alma, suya de él, traspasará un cuchillo, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.—Hasta aquí dijo San Simeón. Y como Sacerdote dio la bendición a los felices padres del Niño. Y luego la profetisa Santa Ana confesó al Verbo humanado y con luz del Espíritu divino habló de sus misterios muchas cosas con los que esperaban la redención de Israel. Y con los dos santos viejos quedó testificada en público la venida del Mesías a redimir su pueblo.
Lectura bíblica (Lucas 2:21-40)
Cuarenta días después de que Jesús nació,
Sucesos de cómo se cumplió la profecía.
Meditación
El ejemplo y doctrina te enseña la constancia y dilatación que has de procurar en tu corazón, estando preparada para admitir lo próspero y adverso, lo dulce y amargo con igual semblante. ¡Oh carísima, qué estrecho y qué apocado es el corazón humano para recibir lo penoso y contrario a sus terrenas inclinaciones!. ¡Cómo se indigna con los trabajos!. ¡Qué impaciente los recibe!. ¡Qué insufrible juzga todo lo que se opone a su gusto!. ¡Y cómo olvida que su Maestro y Señor los padeció primero y los acreditó y santificó en sí mismo!. Todo esto sería negar con las obras lo que protestas con las promesas y salir del camino de la vida eterna, porque no puede seguir a Cristo si no abrazas la cruz y te alegras con ella. Con esta seguridad procura conservar la paz interior y no me pierdas de vista para imitar mis obras y seguir mis pisadas. Advierte el dolor que traspasó mi corazón con las profecías de San Simeón, y en esta pena estuve igual, sin inmutarme, ni alteración alguna, aunque traspasada el alma y corazón de dolor. De todo tomaba motivo para glorificar y reverenciar su admirable sabiduría. Si los trabajos y penas transitorias se admiten con alegre y sereno corazón, espiritualizan a la criatura, la elevan y le dan ciencia divina con que hace digno aprecio del padecer y halla luego el consuelo y el fruto del desengaño y mortificación de las pasiones. Esta es ciencia de la escuela del Redentor.
Mística ciudad de Dios
En el capítulo 20
Pág 471 - 472
Al mismo tiempo que el Sacerdote San Simeón pronunciaba las palabras proféticas de la pasión y muerte del Señor, cifradas en el nombre de cuchillo y señal de contradicción, el mismo Niño abajó la cabeza, y con esta acción y muchos actos de obediencia interior aceptó la profecía del Sacerdote, como sentencia del Eterno Padre declarada por su ministro.
Todo esto vio y conoció la amorosa Madre y con la inteligencia de tan dolorosos misterios comenzó a sentir de presente la verdad de la profecía de SanSimeón, quedando herido desde luego el corazón con el cuchillo que la amenazaba para adelante; porque le fue patente y como en un espejo claro se propusieron a la vista interior todos los misterios que comprendía la profecía: cómo su Hijo santísimo sería piedra de escándalo y ruina a los incrédulos y vida para los fieles; la caída de la sinagoga y levantamiento de la Iglesia en la gentilidad; el triunfo que ganaría de los demonios y de la muerte, pero que le había de costar mucho y sería con la suya afrentosa y dolorosa de cruz; la contradicción que el infante Jesús en sí mismo y en su Iglesia había de padecer de los prescitos en tan grande multitud y número; y también la excelencia de los predestinados. Todo lo conoció María santísima y entre gozo y dolor de su alma purísima, elevada en actos perfectísimos por los misterios ocultísimos y la profecía de Simeón, ejercitó eminentes operaciones y le quedó en la memoria, sin olvidarlo jamás un solo punto, todo lo que conoció y vio con la luz divina y por las palabras proféticas de Simeón; y con tal vivo dolor miraba a su Hijo santísimo siempre, renovando la amargura que como Madre, y Madre de Hijo Dios y hombre, sabía sola sentir dignamente lo que los hombres y criaturas humanas y de corazones ingratos no sabemos sentir. El santo esposo José, cuando oyó estas profecías, entendió también muchos de los misterios de la redención y trabajos del dulcísimo Jesús, pero no se los manifestó el Señor tan copiosa y expresamente como los conoció y penetró su divina esposa, porque había diferentes razones y el Santo no lo había de ver todo en su vida.
1. De nuestra noche de penas Clara estrella solitaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
2. Paloma de la Judea Que en el hogar de Santa Ana Perfumando los vergeles Abriste tus blancas alas, Joaquín arrulló tu cuna Con su canción solitaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
3. Creciste como la rosa Que nace entre verdes ramas, Triste y oculta violeta De la judaica montaña; Tú, del Jardín de los cielos Escondida trinitaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
4. Cuando el pobre carpintero Llegó al templo con su vara Y en ella brotaron frescos Ramos de azucenas blancas, Tú viste en José a tu esposo Y el pueblo alzó su plegaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
5. Abre, derramando aromas, Gabriel Arcángel sus alas, Ya su saludo contestas: «Hágase en mí tu palabra» ¡Blanco vaso de perfumes! ¡Urna de Dios solitaria!
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
6. Sin techo en que refugiarte En el Portal, entre pajas, Diste a luz tu rubio Niño, Quedando pura y sin mancha. Sin techo, cuando de todos Eres casa hospitalaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
7. Diste, al presentar tu Hijo De Dios en la Santa Casa, Un bello par de palomas Y cinco ciclos de plata: Simeón te dijo entonces Su predicción funeraria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
8. La calle de la amargura Al fin te dio, Virgen Santa, Negra copa de dolores Llena de esencias amargas; Tú por salvarnos a todos La apuraste voluntaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
9. Cuando en triste Calvario Viste cruz levantada Yen ella bañado en sangre El Hijo de entrañas, Por verdugos, al cielo, Subió humilde plegaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
10. Tú, Templo todas las «Madre los pecadores concebida mancha» nuestra noche estrella solitaria. Virgen de Candelaria.
R/ Ruega, oh Madre por nosotros, Virgen de la Candelaria.
ANTÍFONA
Santa María, socorred a los pecadores, ayudad a los débiles, esforzad a los afligidos, rogad por el pueblo, interceded por los sacerdotes, pedid por los devotos, sientan, Señora, nuestro favor y amparo, todos los que celebran su memoria santísima.
T. ¡ Ruega por nosotros, oh, Madre Santísima de la purificación!
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
Os rogamos, Dios y Señor Nuestro, que nos concedas la salud del alma y del cuerpo por la intercesión de la gloriosa Virgen María, por cuyos méritos y los de su soberano hijo Jesús, esperamos ser libres de los males presentes, y alcanzar los bienes eternos.
Amén.
MAGNIFICAT
(Canto a Nuestra Santísima Madre)
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa los soberbios de corazón, derriba del Trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la Misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
T. Gloria al padre al hijo y al Espíritu Santo
R. Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén.
ORACIÓN A SAN JOSÉ
Glorioso San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tú empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber, obedeciendo la voluntad de Dios padre, acompañando a tu santísima esposa su purificación como la ley lo designaba, tú mantuviste la sagrada familia de Nazaret con el trabajo de tus manos, protege bondadosamente a los que recurrimos confiadamente a ti, enseñándonos a la obediencia en el cumplimiento y protección de la sagrada familia.
Tú conoces nuestras más débiles faltas, nos dirigimos a ti porque sabemos que tú los comprendes e intercedes por nosotros, ayúdanos en estos nueve días para tener la purificación de nuestras débiles almas.
Tú también como nosotros conociste pruebas, cansancio y trabajos. Pero, aún dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y llena de verdadera alegría por la llegada que goza con nuestro Salvador, el cual te fue confiado a ti y a nuestra santísima Madre al más grande tesoro del cielo; amén amén Jesús amén.
ORACIÓN FINAL A MARÍA SANTÍSIMA DE LA PURIFICACIÓN
Virgen santísima, madre amorosa y protectora de toda la humanidad, intercesora Universal de todos los males y tierna madre cuidadosa de nuestras almas; te veneramos y ensalzamos, solo tú sabes remediar nuestras necesidades especiales en patrocinio bondadoso en bien de esta comunidad; y confiados en tu singular protección, acudimos a vuestros pies a purificar nuestro corazón, arrepentidos de nuestras graves ofensas a Dios padre y a tu amadísimo hijo, pidiendo que intercedas el perdón por mis culpas e imperfecciones, te agradecemos por nuestra purificación en favor nuestro, en estos nueve días y que de ahora en adelante no perdamos la gracia de mantenernos siempre en completa unión con nuestro señor santísimo de una la reunión a la siguiente como templos vivos de nuestro creador.
Abogada nuestra escucha nuestros clamores a estos indignos hijos tuyos, menos que el polvo y que los gusanos de la tierra. Madre mía, tú remedias todas nuestras enfermedades físicas y espirituales, no nos faltará el remedio para las mías que son tantas, que supera por tu bondad y misericordia. No nos abandones de seguir siendo nuestra protectora, por nuestras infidelidades; sino disimulando las por la fragilidad de nuestra naturaleza; oye nuestros clamores con tierna compasión, ayúdanos, socórrenos en nuestros conflictos, desbarata los planes siniestros de nuestros enemigos, alcanzan los valor y resignación en las tribulaciones acrecienta nuestra fe y confianza en el poder de Dios. Renueva el fervor en todos tus hijos para que sean fieles a la obediencia y divina voluntad de nuestro creador; y constante anhelo de servirte y amarte como a nuestra corredentora de la humanidad, con quien vivamos unidos en un mismo sentir y obrar de tu santísima mano, agradecemos nuevamente tantos beneficios como es el de tenerte en nuestras vidas para que sirviéndote siempre como siervos tuyos poseemos también y alcancemos Eternamente el cielo.
Amén.
Bendita sea tu pureza...
† Vayamos en paz con la gracia de Dios y la luz del Espíritu Santo así sea en el nombre del padre y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo, amén .